Domingo, 24 de Noviembre 2024
Cabo de Gata Center
España ECONOMIA Titulo: Acto de presentación del estudio -Mecanismos de prevención y gestión de futuras crisis bancarias-. Texto: La crisis que todavía perdura ha llevado a adoptar un amplio conjunto de medidas en el ámbito financiero a nivel global, europeo y nacional. La respuesta global ha contado con el impulso político al más alto nivel del G-20 y en su desarrollo ha jugado un papel clave el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB), que ha coordinado el trabajo de numerosas instituciones y comités internacionales En Europa, además de haber implantado a nivel continental esos acuerdos globales, se han adoptado otras iniciativas de interés como, por ejemplo, los cambios en la arquitectura supervisora supranacional. Finalmente, en lo que se refiere a España, tanto el Banco de España como el Ministerio de Economía han contribuido con muchas horas de trabajo al desarrollo de todas estas iniciativas globales y europeas, pero quizá a la hora de destacar algo singular a nivel español habría que mencionar la reestructuración de nuestro sistema financiero. Hoy voy a ahorrarles mis valoraciones sobre los numerosos y sustanciales avances emanados de los distintos foros durante estos años, porque los autores del libro dan buena cuenta de ello y, si repitiera lo que dicen, alguno podría excusar su lectura, cuando mi papel en este acto es estimularles a ella. Por eso he preferido compartir con ustedes algunas reflexiones generales de quien ha tenido la ocasión de haber vivido esta crisis desde la cúpula del FSB, el Consejo de Gobierno del BCE y el Banco de España. Además, dada la relevancia del momento en que nos encontramos, añadiré otras reflexiones sobre qué debemos hacer los españoles para salir de una crisis en la que, después de cuatro años, todavía nos encontramos inmersos. Mi primera sugerencia es que dejemos de hablar en singular de la crisis y pasemos a hablar de las crisis. Porque en efecto, el profundo shock que han sufrido la economía española y su sistema bancario no ha venido causado por una sola crisis, sino por la extraordinaria acumulación en el tiempo de tres crisis económico-financieras. Esta coyuntura no se había dado nunca en nuestra historia y le otorga un carácter único que es recomendable tener en mente de continuo, para no equivocarse a la hora de elegir las mejores terapias de salida. La primera de las tres crisis, la denominada crisis financiera internacional, sorprendió a España con un sistema bancario centrado en el negocio minorista tradicional y razonablemente bien supervisado pero, como se advirtió en su momento, ni la economía ni sus entidades de crédito resultarían inmunes a sus consecuencias, en especial a la recesión mundial y al cierre de los mecanismos habituales de financiación externa. La segunda crisis es una crisis típicamente española, asociada a los excesos en el sector inmobiliario, el endeudamiento del sector privado y el deterioro de la competitividad, crisis que en principio parecería ser una vieja conocida por estos pagos. No obstante, esta vez los desequilibrios emergieron dentro de una unión monetaria, lo que ha convertido en inútiles muchos de los instrumentos utilizados en el pasado para superar otras crisis aparentemente similares. La tercera crisis es la de la Eurozona, cuyo signo más visible, pero no único, ha sido la crisis de la deuda soberana, que ha afectado a España con singular contundencia. La sacudida resultante del impacto conjunto de estas tres crisis dibuja un escenario extraordinariamente complejo con múltiples e inéditas interacciones, lo que aconseja abandonar la pereza intelectual y obliga a innovar a la hora de gestionar su salida, pues, como digo, muchas de las soluciones empleadas en el pasado no solo no están disponibles, o son inútiles, sino que incluso, debido a sus efectos colaterales, podrían llegar a ser nocivas. Intentaré ahora atraer su atención a las respuestas que provoca toda crisis, porque como es de sobra sabido, las crisis, que tantas tragedias personales acarrean, pueden acabar teniendo 2 efectos benéficos en los países que las sufren si se reacciona adecuadamente a las mismas. Y empecemos observando cómo toda crisis suele generar no solo una respuesta sino tres tipos de respuestas. La primera reacción lleva a diseñar y adoptar medidas cuyo objetivo es prevenir que una crisis similar se vuelva a repetir. La segunda respuesta a la crisis nos empuja a dotarnos de nuevas herramientas que mitiguen los efectos de futuras crisis, porque la experiencia nos dice que, aun suponiendo que se adopten todas las medidas preventivas hoy imaginables, nunca será posible acabar para siempre con las crisis económicas. La tercera respuesta que impone una crisis no tiene que ver con prevenir o dotarse de instrumentos para gestionar las crisis futuras, sino con acertar a gestionar la crisis actual, de la que, no dejo de recordarles, todavía no hemos salido. Hago esta distinción entre los tres tipos de respuesta que siempre provoca cualquier crisis económica para que se entiendan mejor mis siguientes reflexiones. En primer lugar, pienso que la mayor parte de los ingentes esfuerzos desplegados hasta el momento a nivel global y europeo como respuesta a la crisis se han concentrado en evitar o mitigar crisis venideras y sin embargo se ha empleado mucho menos tiempo e imaginación en diseñar y acordar medidas para salir de donde estamos. Estoy seguro de que ahora estamos mucho mejor preparados para evitar que se repita una crisis como la actual, pero el problema es que todavía no sabemos bien cómo salir de esta. Además, hay una segunda razón para subrayar ante ustedes la diferencia entre los tres tipos de respuestas y es que, tanto las medidas que buscan prevenir que se vuelva a repetir una crisis similar, como aquellas otras que pretenden aumentar la futura resistencia del sistema financiero suelen servir de muy poco para resolver los problemas que afectan a las economías y a los sistemas financieros en el corto plazo, o sea, ahora. Es natural que las autoridades quieran vender las decisiones que están adoptando. Pero nadie debería confundirse pensando que la aplicación inmediata de las medidas orientadas a prevenir las crisis futuras o mitigar su intensidad bastará para resolver nuestros problemas de corto plazo. Si analizamos los temas abordados en las agendas del FSB o de la Comisión Europea, comprobaremos que, hasta hace bien poco, la mayoría de los avances se han centrado en evitar que se vuelva a repetir una crisis como la actual, que ha afectado de forma generalizada al sistema financiero y, para el caso de que se produzca una nueva crisis, dotar al sistema financiero –a las entidades y a las autoridades- de mecanismos de resolución que mitiguen sus efectos negativos. En el ámbito puro de la gestión de las crisis futuras, si bien ha habido importantes esfuerzos para avanzar hacia esquemas de resolución de crisis más efectivos, lo cierto es que la mayoría de sus prescripciones requieren tiempo para su implantación efectiva, por lo que no pueden aprovecharse para la gestión de la actual crisis. Volviendo a la gestión de la crisis de la deuda soberana en la eurozona, es evidente que se ha avanzado mucho en la reforma de la gobernanza europea, de tal forma que a partir de ahora se contará con instrumentos que harán muy improbable que vuelva a emerger una crisis como la actual y sin duda este trabajo es muy útil y muy importante para el futuro. Si hubiéramos contado con esos instrumentos desde el principio de la Unión Monetaria, seguramente no hubiera explosionado la actual crisis de la eurozona, puesto que no se hubieran alcanzado los niveles de divergencia en términos de competitividad, endeudamiento excesivo o déficits públicos entre sus miembros que ahora estamos tratando de corregir. Pero todos estos avances tienen una repercusión muy limitada sobre nuestro problema más inmediato, que es el de gestionar la crisis en la que estamos inmersos, y lo que me importa subrayar, es que esta tarea requiere de herramientas muy distintas de las que se necesitan para evitar que este tipo de divergencias se reproduzcan en el futuro. Un año y medio después de que estallara la crisis de la deuda soberana contamos con mecanismos robustos para prevenir y sancionar futuros desequilibrios, que incluso se podrían reforzar aún más si finalmente se atienden las mejoras que proponemos desde el BCE o algunas de las sugerencias del gobierno alemán, pero todavía no hemos conseguido activar los mecanismos adecuados para detener la dinámica en la que están inmersos actualmente los mercados. Para Texto completo Pinchar abajo: