Sabado, 23 de Noviembre 2024
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Pais Vasco Partido Socialista Titulo: Un nuevo relato para el PSOE. Texto: Se suceden en las últimas semanas artículos, comunicados y entrevistas de destacados dirigentes socialistas, así como de anónimos militantes, en torno al inminente Congreso del PSOE. Es, de alguna manera, la demostración de que, tras la debacle del 20-N, el partido ha asumido con nuevos bríos el reto de afrontar su renovación. Y esto es algo, en sí mismo, positivo, por lo que tiene de reactivación de un espíritu y de una vocación que habíamos perdido en los últimos años y porque evidencia que, lejos de habernos paralizado por unos resultados adversos, estamos dispuestos a repensarnos para volver a ser el gran instrumento progresista de transformación, puesto al servicio de la sociedad española. Y para ello necesitamos dejar a un lado el socorrido debate de los nombres y reflexionar sobre el partido que somos y que deberíamos ser en los próximos años. Cuesta creer que en el Congreso de febrero seamos capaces de acordar todo un nuevo proyecto para el socialismo, pero sería un error limitar su alcance a un cambio de caras sobre la base de un documento ideológico generalista. Nuestro objetivo, el del conjunto de la militancia socialista, debiera ser plantear un programa y un método de trabajo sobre el que ir desarrollando la renovación del PSOE. No podemos pretender encontrar todas las soluciones en tres semanas, pero sí, al menos, definir acertadamente los problemas y las preguntas a las que estamos obligados a dar respuesta. La socialdemocracia ha sido la gran fuerza transformadora de España y de Europa a partir de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, como de forma machacona repetimos todos y todas ahora, hemos perdido la capacidad de explicar el mundo desde nuestros planteamientos de izquierdas. En palabras de Tony Judt, simplemente ya no sabemos cómo hablar de todo esto. Acomodados en el éxito del Estado de Bienestar, mientras el neoliberalismo iba construyendo, sin traba alguna, su propia visión del mundo, la socialdemocracia ha abandonado el relato de la vida y del futuro a favor de la mera gestión de los servicios. Hemos convertido la política en la administración de las cosas, en vez de en la defensa de unos ideales que tienen en la gestión de la cosa pública una herramienta para acercarse a ellos. Y por ello nos toca, en primer lugar, reelaborar un relato del mundo que nos rodea. No hablo de una discusión sobre el sistema político o las medidas económicas más eficaces, sobre quién garantiza las mayores pensiones o las mejores prestaciones públicas (que también es necesaria). Hablo de volver a nuestras esencias, de recuperar la solidaridad y la fraternidad como los dos grandes valores con los que construir un relato de la vida y del futuro. Hablo de reconquistar el vacío dejado por la izquierda, para desamparo ideológico de buena parte de las clases medias. Y nos hace falta también un nuevo relato de la economía. No se trata de la obligada crítica al neoliberalismo o a los especuladores financieros. Nos hemos quedado sin un enfoque social de lo que es la economía. En la tradición de las izquierdas la economía ha tenido siempre un valor social importante; en el pasado con la gestión pública de grandes empresas y sectores estratégicos, la relación entre política y economía estaba clara. En los últimos años, sin embargo, hemos perdido el sentido político de la economía. Hemos permitido que toda discusión sobre las decisiones económicas se limite a su eficacia y no aborde el modelo social y ético en que se sustentan o las consecuencias que se desprende de ellas. Se ha roto la relación entre la voluntad ciudadana, las decisiones políticas y la economía, que daba coherencia al relato político global. Tenemos que integrar la economía como un elemento fundamental que da sentido a la configuración del modelo social que defendemos. Y sé que no es fácil reparar este desaguisado. Durante 30 años han sido tantos los mitos neoliberales que se han aceptado como verdades auto-demostradas, que nos llevará tiempo desmontarlas y crear un nuevo relato de lo que debe ser una economía puesta al servicio de una sociedad, y no al revés. Pero esa es nuestra obligación. Y junto a ello, debemos afrontar sin miedo algunos debates pendientes sobre los que nos interpela la ciudadanía: qué sistema representativo queremos, qué modelo institucional, cómo mejoramos la calidad de nuestra democracia… Otro tanto, y con mucha mayor premura y urgencia, hay que decir sobre la construcción europea. La socialdemocracia no tiene en la actualidad una propuesta seria y compartida de modelo institucional para Europa. En estos tiempos en los que los estados nacionales han perdido capacidad para la gobernanza, especialmente en la economía, nos es más necesario que nunca tener un proyecto socialdemócrata europeo. El silencio de los partidos de izquierdas europeos frente a los ataques de los especuladores a los gobiernos de Portugal, Grecia o España ha sido, simplemente, vergonzoso. En Europa hay millones de personas progresistas que se han quedado sin voz cuando los gobiernos estatales han caído en manos de las derechas. Han dejado de existir y participar en las decisiones más importantes de la crisis. Tenemos que construir un proyecto socialdemócrata en Europa. Y creo que la receta pasa por los tres principios que Jacques Delors propone para la UE: la competencia que estimula, la cooperación que refuerza, y la solidaridad que une. Es un buen programa para nuestros países, frente al sálvese quien pueda que ambiciona la derecha. Creo que sobre estos pilares podemos ir construyendo el PSOE del futuro y recuperar el papel transformador que nunca debimos perder. Como digo, nuestra pelea no está en los nombres o en consensuar un proyecto cerrado e inalterable. Debemos definir nuestros retos de futuro y plantear con ellos una hoja de ruta en la que quepamos todos y todas. Durante todo el siglo XX la izquierda ha sido una comunidad plural formada por diferentes familias (comunistas, socialdemócratas, distintas corrientes progresistas…) unidas por una misma actitud moral ante el más débil y el que más sufre. Desde la aceptación de esta pluralidad intrínseca, debemos recuperar la ilusión de todas las personas y colectivos que tienen una visión solidaria e idealista de la sociedad. Debemos volver a ser la casa común de las izquierdas y de la gente progresista. Si lo conseguimos, el resto vendrá solo.