Domingo, 24 de Noviembre 2024
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Andalucía Partido Popular Titulo: Derecho a la felicidad. Texto: A pocas semanas de las elecciones autonómicas, sobran asuntos que comentar. El Congreso del PSOE ha dejado un partido fraccionado en el que las venganzas se ejecutan de forma implacable. La condena del juez Garzón, que lo inhabilita por once años, provoca reacciones absurdas y anti democráticas. La Reforma Laboral actuará de revulsivo en unos sindicatos adormecidos durante más de siete años. Todos son temas de suma trascendencia, pero que están siendo abordados con profusión en los distintos medios de comunicación. Por ello voy a dedicar estas líneas a mi encuentro con la asociación Colegas celebrada en Málaga el día de ayer. Esta ONG lleva funcionando más de 20 años y siempre en la misma línea de seriedad y rigor. No se han apuntado a fomentar la caricatura grotesca y fácil para llamar la atención. No se han acomodado con el gobierno de turno a pesar de las muchas amenazas que soportan, al menos en Andalucía, cuando reivindican medidas para el colectivo al que representan. No se apartan de la colaboración institucional independientemente del color político que en cada caso predomine. Desde esta trayectoria, me resultan fiables. Y es curioso, pero no aprovecharon la ocasión para hacerme ni la mínima pregunta sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo o sobre si el PP iba a retirar el recurso que presentó contra la palabra matrimonio. No me habría importado dar mi opinión al respecto, favorable por supuesto a que cada cual organice su vida sentimental como le indique su orientación sexual. A todas las personas les tengo el mismo respeto y consideración, que en todo caso pierden por su comportamiento y no por cómo expresan sus afectos o su amor. En cambio se interesaron por otras cuestiones. Defienden la necesidad de la prevención y detección precoz del Sida y de las enfermedades de transmisión sexual. Denunciaron que el Plan Andaluz contra el Sida no se ha convocado ni una vez en 2011 y que tampoco se han realizado campañas informativas dirigidas al colectivo homosexual. Me trasladaron las cifras actuales de incidencia del contagio de VIH y del desarrollo de la enfermedad. Desde luego son escalofriantes y se entiende muy poco la indiferencia del gobierno andaluz, máxime cuando no se cortan un pelo en utilizar al colectivo como reclamo electoral embadurnándose de progresismo y modernidad de usar y tirar. El 46% de los infectados de VIH en España son homosexuales. El 26% de los que sí han desarrollado la enfermedad en Andalucía también lo son. Ha subido el contagio y el número de enfermos considerablemente en nuestra comunidad, sin que ello haga despertar el interés o la reacción de la Consejería de Salud. Manifestaron su preocupación por la regeneración democrática, insistiendo en el servilismo que exige el actual gobierno socialista y en el chantaje constante al que se ven sometidos por la percepción de unas ayudas que están muy lejos de cobrar. Me hablaron de algo que nadie se imaginaría: de la escasez de valores que sufre el colectivo de forma especial. Explicaron que las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer se visualizan fácilmente envueltas en ternura y que, sin embargo, esa misma emoción no se aplica en ningún caso en las relaciones entre personas de su colectivo. Debido a ello, su sexualidad se aborda, y es percibida incluso por muchos de ellos mismos, como algo banal. Me pidieron que si llegábamos al gobierno en Andalucía se incluyese a su colectivo dentro de los considerados de exclusión social. Así serían incentivadas sus contrataciones como ya ocurre en tres comunidades gobernadas por el PP. En definitiva, no hablaron de dinero, ni de tópicos, ni de enfrentamientos o revanchas. Sí lo hicieron de comprensión, de su derecho a la felicidad y de su aspiración a gozar de las mismas oportunidades que el resto de las personas en nuestro país. Todo me pareció tan lógico y razonable que mi compromiso se refuerza y no estoy dispuesta a consentir que estas personas deban pagar una factura extra por querer, por expresar afecto, por aspirar a la normalidad, por reivindicar su felicidad. A veces, por la distancia con la que analizamos las cosas, podemos llegar a ser extremadamente crueles.