Domingo, 24 de Noviembre 2024
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Pais Vasco PNV Titulo: La primera en la frente. Texto: Hace unos meses -fue, por supuesto, antes de la última campaña electoral- publiqué un post en el que advertía al público de que, una vez celebrados los comicios y constituído el Gobierno que saliera de las urnas, íbamos a encontrarnos con una rigurosísima política de ajuste y recortes (Cfr. Recortes aparentes y reales, publicado el 28.09.11) Era la época en la que un PP altruista, generoso y refractario a los recortes sociales, caricaturizaba a Rubalcaba con el apelativo de Alfredo Manostijeras, y este prometía que, si los socialistas ganaban las elecciones, iban a subir las pensiones y el sueldo de los funcionarios. Pues ya ven. La primera en la frente. Nada más constituirse, el Gobierno de Rajoy ha aprobado un paquete de medidas para la prórroga presupuestaria que, si no han generado un colapso colectivo, es porque la inconsciente algarada del fin de año ha contribuido a poner vaselina a la noticia. El gasto público se ve sometido a los implacables efectos de la motosierra. Y lo es, entre otros, en aquellos capítulos que más necesarios resultan para favorecer el crecimiento de la economía: Fomento e I+D+i. Con estos mimbres, la recesión está cantada. Pero es que, además, se incrementan los impuestos: el IRPF, en todos los escalones de la tabla, las rentas de capital y el IBI. Con lo que la capacidad de gasto de los ciudadanos disminuirá un poco mas y se acentuará la contracción del mercado interior. Con estas medidas, el crecimiento económico se sitúa, al menos a corto plazo, en el terreno de la quimera. Y si no hay crecimiento, no hay empleo. Es de cajón. Todo se subordina al idolatrado equilibrio presupuestario, que se ha convertido en el becerro de oro del siglo XXI. ¿Generarán estas medidas la confianza necesaria para que aflore el crédito que lleva años recluído? Nadie lo sabe, ni se atreverá a jugarse su hacienda en ello. Aparentemente sí porque, según se nos dice, lo que preocupa a los mercados es la inabarcable envergadua que han alcanzado déficit y la deuda pública. Si estos se embridan -nos dicen- y se transmite una imagen de orden, seriedad y rigor, todo estará encauzado. El problema es que los mismos mercados que nos obligan a idolatrar el equilibrio presupuestario, nos exigen, también, solvencia económica de cara al futuro. Porque quieren cobrar hoy, pero no por ello, dejar de seguir cobrando mañana. Y si el ajuste entre los ingresos y los gastos se produce a costa del crecimiento, resulta imposible garantizar la solvencia a medio y largo plazo. Una buena parte de los ciudadanos han empezado a asumir ya que, tanto el año que comienza como el siguiente, serán muy duros desde el punto de vista económico. Lo están escuchando con tanta insistencia en todos los medios de comunicación, que han acabado resignándose a ello. Los que votaron a Rajoy lo daban por descontado desde el momento mismo en el que decidieron prestarle su apoyo en las urnas. Y me temo que, los que no lo hicieron, se han ido acomodando poco a poco a esta idea. Vaya un ejemplo: ayer recibí una felicitación muy ocurrente del año nuevo, remitida por un amigo que me consta que no votó a Rajoy. Me decía lo siguiente: que pasen cuanto antes 2012 y 2013 y… ¡feliz 2014! Pero no todos los que aceptan, como inevitable, que nos esperan dos años duros, se prefiguran del mismo modo lo que nos espera después. Y su actitud presente depende, en buena medida, de lo que piensan que ocurrirá cuando concluya ese período. Unos confían en que la austeridad y los rigores del próximo bienio no son más que el imprescindible tributo que hemos de satisfacer para garantizar la prosperidad futura. Piensan que el sacrificio de hoy, será el que nos abra la puerta a las satisfacciones de mañana. Y se muestran dispuestos a perder ahora para ganar después. Pero otros sospechan que estas medidas son el preámbulo de una nueva era en la que las clases medias y los sectores más desfavorecidos de la sociedad, no harán más que descender y descender hasta acariciar la indigencia. Y se imaginan un escenario crecientemente oscuro, al que desean enfrentarse con crudeza desde este mismo momento. Estos dos colectivos van a ser, de un modo resumido, los que van a protagonizar el debate social de los próximos años. Los que se avienen a ceder ahora para afianzar el futuro y los que creen que el futuro es hoy y lo que no se dé ahora, tampoco se dará después. Dejo al margen del debate social los que nunca corren peligro alguno. Los que, cuando el nivel del agua está a punto de alcanzar las vías respiratorias de la gran masa, no sienten más que una ligera sensación de humedad en las plantas de los pies. Estos influirán, sin duda, en el debate social, manipulando y trasegando, con arreglo a su interés, los datos, las noticias y la información publicada. Pero no lo harán con la misma pasión que los demás, porque no es lo mismo ahogarse que mojarse los pies.