Domingo, 24 de Noviembre 2024
Cabo de Gata Center. Apartamentos Villa del Mar
España PNV Titulo: Las nuevas obsesiones de siempre. Texto: La verdad es que no ha sorprendido a nadie. Ya lo anoté la semana pasada en este mismo foro. Estaba cantado que, antes o después, Rosa Díez iba a plantear en el Congreso alguna iniciativa encaminada a exigir al Gobierno la puesta en marcha de los mecanismos judiciales legalmente previstos para la ilegalización de Bildu y Amaiur. Los populares han insistido tanto, y durante tanto tiempo, en la necesidad de activar sin demora esos mecanismos, que la presidenta de UPyD ha querido ponerles a prueba. Es cosa sabida que, cuando se trata de afrontar los problemas directa o indirectamente relacionados con ETA y su entorno, las poses de firmeza tienen muchos adeptos entre los electores españoles. Unos adeptos a los que resulta mucho más fácil satisfacer desde la libre demagogia del opositor que desde la obligada responsabilidad del gobernante. Y Rosa Díez ha querido aprovechar el acceso del PP al Gobierno para tensar la cuerda y tomarles la pedida a Rajoy y sus seguidores. Su estrategia era francamente redonda. Nada tenía que perder. Ocurriese lo que ocurriese, su formación salía ganando. Si conseguía empujar al Ejecutivo hacia la vía de la ilegalización, el mérito era suyo. Y si, por contra, el Gobierno se resistía a avanzar en esa dirección, el activo electoral que acompaña al discurso de la intransigencia, abandonaría automáticamente a los populares para pasar en bloque a respaldar a UPyD. Finalmente, la interpelación tuvo lugar el pasado 15 de febrero. Ya lo hice notar en uns post anterior. La formuló y defendió en persona la propia Rosa Díez, aportando a la cámara todas las razones fácticas y jurídicas que, a su juicio, justificaban la inmediata puesta en marcha de los mecanismos de ilegalización contra Bildu y Amaiur. En su respuesta, el ministro de Interior no discrepó de la interpelante ni en los principios ni en las estrategias. De hecho, las primeras palabras que pronunció desde la tribuna cuando dio comienzo su turno, fueron para situarse en el mismo terreno desde el que ella había planteado la iniciativa: señora Díez, a mí no me ha de convencer ni al Gobierno al que represento, evidentemente, de lo que es ETA, de lo que es Bildu y de lo que es Amaiur. Pese a lo cual -añadió el ministro- si el Gobierno no se decidía a emprender las acciones judiciales orientadas a la ilegalización de estas dos siglas, no era porque no se lo merecieran, sino porque carecía del material probatorio suficiente para tener la certeza de que pudieran prosperar: No confundamos lo que nos pueda repugnar políticamente a usted, a mí y a la inmensa mayoría de esta Cámara, con lo que jurídicamente es posible, apostilló el titular de Interior. Sin embargo, una vez concluida la interpelación, Amaiur compareció ante los medios de comunicación, para aplaudir la actitud de ministro y felicitarse por la actitud que había mantenido a lo largo del debate. Sorprendido por aquella reacción, repasé de nuevo el diario de sesiones con el fin de comprobar si me había perdido algo. Comprobé que no. Y concluí que los de Amaiur habían tomado el rábano por las hojas para atribuir al ministro, sobre la base de algún pasaje aislado de su intervención, algo que, en realidad, ni había dicho ni, probablemente, había pensado. Están tan necesitados de una salida -pensé- que se aferran como un clavo ardiendo a la primera ventana que les parece que está abierta. El martes de esta semana se debatía en el Congreso la moción que habitualmente se presenta a la cámara inmediatamente después de toda interpelación. En esta ocasión, UPyD se descolgó con un escrito inusualmente extenso, en el que se aportaban un sin fin de datos, organizativos y personales, trabajosamente reunidos y cuidadosamente seleccionados para alimentar la alternativa de la ilegalización. El escrito se parecía más a una demanda judicial que a una moción parlamentaria. Estaba repleto de informaciones prolijas y detallas sobre el devenir de las siglas cuya ilegalización demandaba y sobre las personas que actúan como líderes de las mismas. Es en ese momento cuando empieza a plantearse la posibilidad de esbozar una enmienda colectiva que pudiera presentarse como alternativa. Era necesario neutralizar aquello; arropar al Gobierno para que abandonase la estrategia de la ilegalización, en la que lo habían situado tanto las decenas de declaraciones que los líderes del PP han venido pronunciando durante los últimos meses, como la propia respuesta dada por el ministro a la interpelación de Rosa Díez. La tarea no ha sido fácil. Y el texto final, como siempre ocurre en estos casos, no satisface plenamente a nadie. No es, desde luego, el que habría elaborado el PNV; ni en el contenido material, ni en la retórica. Pero ha servido para dar respuesta a la moción, cortando de raíz el peligro de que el Gobierno cediera ante el impulso ilegalizador de UPyD. Básicamente, la enmienda pone en valor el cese definitivo de la actividad armada de ETA, constatando que se trata de una victoria de la democracia sobre el terrorismo. Su texto da por sentado que el adiós a las armas de la organización terrorista inaugura un nuevo tiempo en el que carecen de sentido las estrategias ilegalizadoras como la que Rosa Díez con la moción. Una etapa nueva en la que los retos a afrontar por parte de las instituciones y de las fuerzas políticas, se sitúan en otra esfera: la disolución definitiva e incondicional de ETA; el compromiso reforzado con las víctimas del terrorismo y el empeño en tejer una convivencia social construida sobre los principios y valores en que se sustenta el Estado de Derecho. El documento consensuado no constituye una hoja de ruta. Se trata, tan sólo, de una respuesta esbozada en un momento concreto, para dar respuesta a una iniciativa parlamentaria muy concreta. Y es evidente que ha cumplido su objetivo. Ha logrado disipar la sombra de la ilegalización. Ahora bien, si alguien pretendiera convertirlo en el acta fundacional de una estrategia compartida, habría de ser completado con otros elementos que en este momento no figuran en su texto. La sorpresa se produjo en el momento del debate. Derrotada y aislada, Rosa Díez dedicó más tiempo a justificarse que a ejercer presión sobre el Gobierno. Pero el portavoz de Amaiur no se molestó lo más mínimo en responder a la agresión, preguntando a la interpelante por qué estaba tan obsesionada en borrarles del mapa. Nada de eso. Dirigió sus amables invectivas hacia el PNV. En cuestión de días -cinco para ser exactos- había pasado de aplaudir a un ministro de Interior en clave ilegalizadora a criticar con acidez al PNV por haber contribuido a hacerle aparcar dicha clave. Un diputado jeltzale sugirió que aquella reacción de Amaiur obedecía al hecho de que habíamos conseguido frenar un tren ilegalizador que, en el fondo, les venía bien para alimentar su habitual estrategia victimista. Yo creo que la cosa es más sencilla. Nos dedicó la faena porque, ahora más que nunca, la obsesión de la izquierda abertzale es el PNV; arrinconarle; vencerle; humillarle. En el debate de investidura, hace dos meses, hice una referencia tangencial a Bildu, para hacer notar que las políticas de austeridad las están compartiendo, de hecho, hasta los que se manifiestan en las calles contra los recortes. La Diputación de Gipuzkoa, por ejemplo, ha reducido su presupuesto en un 13%. Como el monje Catón, que predica la abstinencia y se come el salchichón. Antigüedad me replicó desde la tribuna observando que aquel no es el marco para hablar entre nacionalistas sobre temas vascos. Es posible que tuviera razón. Pero el pasado martes, sus palabras volvían a mi mente una y otra vez, conforme constataba que, frase tras frase, Errekondo nos dedicaba más tiempo en su intervención, que a la propia Rosa Díez. Pero en realidad, nada nuevo se movía bajo el sol. Se trataba de una expresión más de la asimetría habitual de la izquierda abertzale. Durante años, nos pusieron como chupa de dómine por participar en las elecciones generales y ocupar escaño en las instituciones representativas del Estado. Cuando ellos decidieron hacerlo, sin embargo, todo aquello dejó automáticamente de ser algo pecaminoso. Ahora, ocurre lo mismo con la idea de debatir en Madrid sobre temas vascos. Si lo hace el PNV está mal. Pero ellos lo pueden hacer sin problemas.