Domingo, 24 de Noviembre 2024
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Pais Vasco PNV Titulo: LOS ÚLTIMOS MOHICANOS. Texto: En un mes nos han dejado dos personas claves en la historia del PNV, de esas que no hicieron nada en la larga noche del franquismo. Y cuando digo nada me refiero a poner una bomba, organizar un secuestro, disparar un tiro en la nuca. De eso, no hicieron nada. De lo otro, mucho, muchísimo. Se llamaban Iñaki Durañona y Ramón Agesta. Iñaki Durañona falleció el 17 de febrero. Ramón Agesta el pasado domingo 29. Ley de vida esto de clarearse las filas, pero también deber nuestro recordarles. De Iñaki Durañona, podríamos hablar de su etapa sindical, o como representante del PNV, o de hombre roca, pero escojo solo la de su bien hacer en la segunda Radio Euzkadi. La primera radio funcionó en 1936 en el Carlton, la segunda cerca de Bayona, la tercera en Venezuela, y la cuarta es la actual. Y se ha llegado a ésta, porque antes hubo aquellas tres. La idea de la segunda Radio Euzkadi fue de un hombre de la envergadura de Joseba Rezola que había sido secretario de defensa con Aguirre y en el calabozo de los sótanos de la Dirección General de Seguridad, el actual palacio de Esperanza Aguirre en la Puerta del Sol, ideó un medio de comunicación y propaganda para romper el muro de silencio y deformación de la censura franquista. A pesar de la precariedad de medios con las que contaban, Rezola creía firmemente que podían lograrlo a principios de 1946, y José Antonio Durañona, hermano de Iñaki, recogió los aparatos emisores que el consejero de Gobernación José María Lasarte y el secretario de la presidencia Antón Irala habían comprado en la Collins Radio de lowa. Dichos aparatos, con los técnicos que debían hacerlos funcionar y los locutores se ubicaron en Mouguerre, cerca de Baiona. Y en Villa Briseis, en Donibane Lohitzune, se instaló la redacción, dirigida por Rezola e integrada por Ander Arzeluz Luzear, Leonardo Salazar e Iñaki Durañona. Durañona y Salazar se encargaron de las tareas administrativas, de confeccionar los guiones con el material enviado por los colaboradores y de estructurarlos y mecanografiarlos para que su lectura por parte de los locutores resultara lo más sencilla y clara posible. Durañona, además, trasladaba a diario los programas confeccionados a Baiona, donde uno de los locutores, desplazándose en bicicleta desde Mouguerre, los recogía. El propio Durañona reconocía que ellos eran conscientes de la imposibilidad de competir con estaciones tan potentes como la BBC, Radio París o Radio España Independiente pero tampoco se trataba de eso. Radio Euzkadi era una pieza más del engranaje en la estrategia antifranquista de desprestigio del régimen, un arma para combatir la desinformación de la población vasca. Es más -decía- el ser escuchado en algún punto de Euzkadi ya era un triunfo. Luego las noticias se transmitían de boca en boca. Radio Euzkadi, Gure Irrati Ixilla -como la llamaban ellos-, estuvo emitiendo en Iparralde desde diciembre de 1946 hasta 1954 cuando Francia sucumbió ante las presiones procedentes de la dictadura, y dejó de hacer oídos sordos y ordenó el cierre de la emisora. Ocho años de esfuerzos y dificultades, de continuas interferencias franquistas, pero, a pesar de todo, uno de los mayores éxitos de la resistencia vasca al franquismo. Muy cerca de Iñaki andaba por ahí un larguirucho de 1,84, con cara de buena gente, al que los vascos de París, en broma, llamaban el sepulturero porque acudía a todos los funerales de los vascos cuyas esquelas veía en el periódico. Tras la ceremonia daba el pésame a la familia en nombre de la Delegación. Era Ramón Agesta, un irundarra, que había dejado su pueblo en llamas en plena ofensiva militar para trabajar en unos incipientes servicios de información. Curiosamente este servicio de información del PNV se lo encargó el presidente del EBB a cuatro jóvenes, los cuatro hijos de aduaneros en Irún. Los hermanos Mitxelena y los hermanos Agesta. Y el primer trabajo fue acompañarle al diputado Telesforo de Monzón a Barcelona a comprar armas. Llamaron al taxista Cándido Arruabarrena y allí se fueron. En todo caso el comienzo oficial del Servicio fue a mediados de septiembre, poco después de la pérdida de Irún, cuando Pepe Mitxelena y su hermano Juan José les llevaron a los hermanos Agesta al comienzo de la ría de Bayona, después de decirles que iban a un servicio de absoluta confianza del PNV. Allí, entre algunos algunos barcos de pesca y de recreo se hallaba un atunero, el Domayo, llegado de Bilbao con el capitán Vicente Artadi y en él iban a servir de enlace entre la ría de Bayona y los puertos de Gipuzkoa primero y de Bilbao después y una vez proclamada la autonomía vasca en Madrid y elegido el gobierno Aguirre en Gernika, fueron adscritos al Gobierno Vasco. Con Otamendi, técnico de comunicación por radio con el barco y con Burgaña, responsable de la embarcación se les unieron Cándido Etxeberria y Cecilio (Koiki) Zarranz radiotelegrafista al que llamaban Marconi. Ese fue el equipo inicial viviendo en el barco hasta que un día apareció el suegro del Lehendakari Aguirre, Don Constantito Zabala, y al verles bastante desastrados habló con su yerno el lehendakari y como consecuencia de aquello se alquiló una villa en Bayona, Villa Mimosas y allí se instalaron como refugiados. Además de los viajes, confeccionaban un boletín que lo pasaban a la agencia Savas Internacional. En aquella villa tuvo su despacho D. Jose Miguel de Barandiarán en donde recibía refugiados a los que les preguntaba sobre lo que habían vivido denunciando la represión franquista en distintos medios y en el Vaticano. Todo esto al sacerdote eibarrés Don Poli Larrañaga le extrañó tanto que quería saber lo que hacían aquellos jóvenes a los que solo les veía en misa pero no alternando con la gente y por eso les pusieron el nombre de los tenebrosos y con este nombre funcionaron aquellos años hasta el final. Daría para una novela. ¿Y qué hacían ?. Recoger información y procesarla sobre todo lo que le pudiera interesar al gobierno vasco. Por ejemplo. En Biarritz y alrededores vivían muchos aristócratas españoles esperando la entronización de Don Juan de Borbón y en el otro extremo los prohombres del carlismo favorables a la figura del príncipe Alfonso Carlos de Borbón y Austria, estos en la Junta de Guerra Carlista que residían en la villa Nachoenea en San Juan de Luz. De ellos obtuvieron información de las diferencias entre carlistas y alfonsinos con los franquistas. ¿Como lo hicieron?. Muy sencillo. Cándido Etxeberria, Sukalde, se hizo con una red de chicas vascas de servicio doméstico que le daba cuenta de todos los tejemanejes. Pero también seguían de cerca las actividades de los agentes franquistas, como las del comandante Troncoso quien consiguió repatriar un submarino o las del comandante Ibañez, jefe de fronteras de Irún. En Villa Mimosas se entrevistó Juan de Ajuriaguerra con los negociadores italianos que dieron lugar al Pacto de Santoña, que trataba de salvar lo que quedaba del ejército vasco, volviendo éste a la boca del lobo y a ser condenado a muerte y seguir la suerte de los suyos encarcelado durante seis años. Mimosas fue cerrada cuando, tras pasar por allí un periodista inglés, apareció en París Soir la fotografía de la villa en primera página diciendo que era el centro de maquinaciones contra el régimen franquista. No hay espacio para narrar historia tan intensa. Encerrado en Gurs, aparece en Londres tras la peripecia de montarse en un barco polaco y allí vive hasta 1947 cuando Pepe Mitxelena les llama para reactivar el Servicio que se instala muy cerca de la Av. Marceau en la Rue Quentin Bauchart que dirigía Pedro Beitia. En mayo de 1959 el lehendakari Aguirre consideró que el Servicio había ya cumplido su misión y paulatinamente la media docena de tenebrosos que actuaban en Quentin Beauchart fueron buscando salidas personales. Ramón Agesta en la embajada de Venezuela en París. En 1948 había formado en Marceau el Consejo Federal del Estado español del Movimiento europeo así como trabajado en ELA y escrito mil artículos bajo el seudónimo de Armandegui. Fallecido el dictador volvió a Irún con Claire, su querida esposa, donde ha vivido rodeado del respeto y del cariño de todos los que le conocieron. Tengo de él muchas cartas y relatos de aquellos años. Ojalá tuviéramos una Imprenta Nacional Vasca para editarlos. Es parte de nuestra historia reciente y de nuestra identidad. Ya quedan muy pocos mohicanos. Se nos están desvaneciendo en la niebla. Pero nos dejan el recuerdo de una generación de oro cuyo recuerdo se alarga, como crece la sombra, cuando el sol declina.